HONGOS Y SU IMPORTANCIA
Saludos a todos mis queridísimos lectores nos adentraremos esta vez a el mundo de los hongos, te invito a leerlo!
Hay
cuatro veces más especies de hongos que de plantas.
Aunque a menudo ignorados, los hongos cumplen un papel
vital en nuestros ecosistemas. Además, la biodiversidad de estas especies es
enorme, mucho mayor que la de las plantas vasculares. En el artículo se repasan
algunas de las principales características de los hongos, que habría que tener
en cuenta en cualquier estrategia de conservación.
En el año mundial de la biodiversidad hay que destacar y
rescatar del olvido un gran reino de la naturaleza con el que convivimos. Se
trata del reino Fungi, compuesto por unas 69.000 especies descritas en el
mundo, aunque las estimaciones rozan los 1,5 millones, que se ampliarían hasta
los 3 millones si se consideran los hongos asociados a los insectos.
Estas cifras se calculan por un trabajo realizado en las
Islas Británicas en el que se concluye que hay unas 4 especies de hongos por
cada planta, aunque esto no se cumple en zonas tropicales, donde deberíamos
multiplicar esta relación por 8.
En España hay unas 10.000 especies censadas, siendo
Andalucía una de las regiones más ricas en especies fúngicas, con unas 3.830
especies descritas [1]. En México,
por citar otro ejemplo, hay descritas unas 8.000 especies de hongos, aunque se calcula
que puede haber unas 200.000.
Una
estrategia de colaboración
Los hongos juegan un papel fundamental en la naturaleza.
Se estima que el 80% de las plantas vasculares están asociadas a hongos sin los
cuales no resistirían ciertas inclemencias del tiempo, como la sequía o la
falta de nutrientes en el suelo, o serían más sensibles al ataque de bacterias
o insectos. Un trabajo sobre Sierra Nevada confirma que casi todos géneros
vegetales (excepto las crucíferas y leguminosas) están asociados a hongos del
género Glomus, Acaulospora, Scutellospora, etc. que les ayudan a
soportar las enormes diferencias térmicas y la sequía.
Estas interacciones entre organismos también son vitales
para los propios hongos: posiblemente haya hongos que no den frutos si no están
asociados a bacterias. Eric Danell, intentando cultivar Chantarellas en Suecia,
atisbó la posibilidad de que estas no fructificaran si no estaban infestadas
por bacterias del género Pseudomonas [2].
La paleomicología es la ciencia que estudia los fósiles
de hongos. Un estudio de Taylor en 1994 sobre el Silúrico, Pérmico y
Carbonífero pone de manifiesto que posiblemente la colonización de la tierra
firme por las plantas no hubiese sido posible sin la ayuda de los hongos, que
se instalaron de forma simbionte en las raíces incipientes de estas plantas
primitivas y les ayudaron a obtener el agua y minerales que antes absorbían con
más facilidad en los océanos.
Posteriormente, estos hongos pudieron perder la
asociación con las plantas vivas y, al tener una inmensa fuente de nutrientes
gracias a la materia vegetal muerta que se generó durante el carbonífero, se
transformaron en lo que hoy conocemos como hongos saprófitos. En la actualidad
siguen ejerciendo esta acción fundamental para los bosques.
En la naturaleza no hay reglas fijas en ningún momento y
así no podemos decir que una especie sea simbionte o saprófita (descomponedora
de materia orgánica) si no que se puede comportar de una u otra forma
dependiendo del momento. Un ejemplo claro lo constituyen los hongos del género Morchella
(colmenillas o cagarrias) que suelen vivir asociadas a árboles de ribera como
olmos, álamos, fresnos, etc. Sin embargo, cuando se produce una situación de
estrés considerable para su planta huésped se independizan rápidamente, dando
lugar a las setas. Así, una de las mayores cosechas de colmenillas que se
recuerdan en la Península se produjo un año después de un incendió que asoló
gran cantidad de hectáreas de pino en Cataluña, en 2004.
Por su parte, los líquenes representan la quinta parte de
los hongos conocidos (unos 13.500). Los líquenes están formados por una exitosa
colaboración entre hongos y algas, lo que les permite colonizar ambientes muy
exigentes. Estos organismos son estudiados como bioindicadores de la salud
ambiental de los ecosistemas.
Hay hongos asociados a insectos que ayudan a que éstos
consigan un alimento de mayor calidad. Así pasa con Termitomyces, que ayuda a
las termitas subsaharianas a alimentarse con los azúcares que metaboliza cuando
devora los restos vegetales que le facilitan los insectos. Pero también hay
hongos que parasitan a los insectos, y nos ayudan a reducir ciertas plagas. Uno
de los grupos de hongos especializados en vivir de forma parásita de los
insectos son los pertenecientes al género Cordiceps.
Otros hongos ejercen un papel parasitario de las plantas
y son causantes de gran cantidad de enfermedades en ejemplares débiles. Pero
también hay géneros especializados en parasitar a otros hongos, como es el caso
de Trichoderma que está siendo muy útil en la lucha biológica para
combatir a otros hongos como Verticillium, Septoria, etc.
Los
principales habitantes del suelo
La edafología, ciencia que estudia las capas
superficiales suelo, tiene una rama que se dedica a investigar las relaciones
de la microflora que hacen posible el desarrollo de un suelo fértil para las
plantas. Se estima que la mayor parte de los microorganismos que viven en el
suelo son hongos. De hecho, se han realizado recuentos que arrojan cifras entre
20.000 y 1 millón de individuos fúngicos por cada gramo de suelo.
Durante el compostaje que transforma la materia orgánica
en humus asimilable por las plantas intervienen hongos de mucha valía ecológica
como el género Humicola, fácil de distinguir por su forma en cuentas de
rosario grises que se aprecian a simple vista. Estos hongos son los encargados
de separar las largas cadenas de celulosa y atacar a la lignina para que otros
hongos y bacterias termófilas pasen a la acción y terminen de descomponer la
materia orgánica, humificando de esta manera los compuestos orgánicos.
Los hongos, al tener estructuras filamentosas como cuerpo
asexual (las setas son sus órganos reproductores), tienen otra función
fundamental, y que siempre ha sido subestimada, sobre todo para los suelos
jóvenes y en pendiente: la sujeción del terreno.
España es una de las regiones europeas más ricas en
cuanto a las especies de árboles que componen sus bosques, en especial si los
comparamos con los bosques nórdicos, casi monoespecíficos. La misma situación
se da en la cantidad de hongos hipogeos que habitan nuestros ecosistemas.
Podemos encontrar hongos del género Tuber (trufas), Terfezia, Picoa,
Gautieria, Genea, Choiromyces, etc. Se han estudiado los patrones de
recolonización post-glaciar de las trufas, y se cree que durante las
glaciaciones que cubrieron gran parte de Europa se produjo una migración de
especies hacia el sur, que permanecieron en esta región al subir la
temperatura. De hecho, la Sierra de Segura alberga la población de trufas
negras naturales más meridional de Europa. Allí se recogen trufas prácticamente
todos los meses del año, desde la invernal Tuber melanosporum hasta la
estival Tuber aestivum.
Recolección
descontrolada
La recolección de setas silvestres es una afición y una
profesión que da sustento a muchas personas del mundo rural en España. Hoy en
día se sabe que la mayoría de hongos comestibles están presentes en todas las
comunidades. Esto ha desencadenado que se recolecten de forma comercial,
desigual y desordenada, en unas zonas y otras. La excesiva presión recolectora
de unas especies concretas está dando lugar a abusos en la gestión de nuestros
bosques y setales. Cada vez se recogen ejemplares más jóvenes e inmaduros, se
remueve el terreno rompiendo el micelio de los hongos, etc. La normativa
reguladora está comenzando a generarse pero de forma fragmentada según
regiones, y en la mayoría de los casos atendiendo sólo a especies altamente
rentables como las trufas, pero desatendiendo a otras como los níscalos en
Andalucía, por poner un ejemplo.
Tenemos el caso de nuestra vecina Francia, con mucha más
tradición recolectora, donde existen registros escritos de las cantidades de
setas que se recogían desde principios del siglo XX. Las gráficas arrojan datos
de una disminución del 80%. Esto es debido a la gran presión recolectora, pero
también por el cambio de uso y gestión del territorio.
Otro caso estudiado es la decadencia de los cardos
(Pleurotus eryngii) en nuestros pastos, asociados a la desaparición del
pastoreo. Cuando en nuestros montes desaparecen los oficios tradicionales, como
el del pastor que limpiaba el bosque del exceso de pastos primaverales, no sólo
tenemos un mayor riesgo potencial de incendio sino que al cambiar la calidad de
la vegetación presente, los hongos asociados también desaparecen y con ellos un
recurso económico del bosque.
El hombre ha intentado domesticar la naturaleza y escapar
a los ciclos dependientes del clima para conseguir sus alimentos. Así, se
tienen noticias de intento de cultivo desde la antigua Mycenas griega. La
primera constancia del cultivo de la seta Auricula judae se remonta al
año 600 d.C. Cuando España estaba siendo colonizada por los musulmanes, en Asia
se cultivaba la shiitake, y un siglo después de que llegáramos al continente
americano ya se cultivaba el champiñón. En la actualidad se cultivan unas 30
especies de hongos, pertenecientes a 15 géneros.
Las investigaciones se encaminan a tratar de domesticar
más especies de hongos, como los boletos o los níscalos, y así minimizar el
impacto de la demanda de hongos silvestres en los setales naturales. En el caso
de los hongos, su cultivo lleva asociado la revalorización de materiales de
desecho de la agricultura, por lo que si se realiza de forma adecuada se puede
considerar como un cultivo sostenible y respetuoso con el medio ambiente.
En el campo de la Biología, encontramos a los
Hongos (derivado del latín, Fungi) como a un conjunto de Organismos Eucariotas
que comprente a las Setas, los Mohos y las Levaduras, encontrándose en un reino
que se encuentra apartado de los Animales, las Plantas e inclusive las Bacterias, debido a que poseen una estructura celular
variada, con Paredes de Quitina, a diferencia de los vegetales que cuentan con
Paredes Celulósicas, además de su condición en la que pueden crecer y aparecer
como Parásitos de Otros Individuos.
El
hábitat natural de los hongos es muy variado, teniendo en algunos casos una
manifestación difícilmente visible debido a su Escasas Dimensiones,
encontrándose comúnmente en Materiales en Descomposición, pero también pueden
hallarse en Suelos, o bien desarrollarse en la piel o pelos del Reino Animal,
como también siendo parasitarios de Plantas.
Se alimentan realizando una Digestión Externa,
efectuada mediante la secreción de Enzimas que permiten posteriormente la
Absorción de Moleculas Disueltas, siendo esta forma de alimentación conocida bajo el nombre de Osmotrofia, actuando de
forma bastante similar a la alimentación de las plantas, con la diferencia de
que estas últimas emplean indefectiblemente Alimentos Orgánicos.
En el Ecosistema, estos organismos tienen el rol de Descomponedores Primarios, actuando generalmente en la Materia
Muerta que se presenta en los Animales y Plantas, actuando como un agente
fundamental en los Ciclos Geoquímicos, degradando la materia y formando además
nutrientes para el suelo que permite el cultivo o desarollo de Especies
Vegetales que sirven como alimento para el Reino Animal, por lo que también
tienen una gran Importancia Biológica.
En
lo que respecta a su morfología, podemos clasificarlos en los Hongos
Filamentosos, que cuentan con una porción vegetativa (Haploide, sin coloración)
con un conjunto de filamentos denominados Hifas que conforman el Micelio y
divididas mediante tabiques que son nombrados como Septos, mientras que por
otro lado ofrecen una parte Reproductiva mediante la cual suelen emitir
Esporas; Mientras que por otro lado encontramos los Hongos Levaduriformes,
siendo éstos unicelulares, de morfología esférica, sin distinguirse su porción
Reproductiva de la Vegetativa.
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